Eran las 2:30 de la mañana y yo caminando...

Eran las 2:30 de la mañana y yo caminando solo por una calle con árboles más altos de lo que yo llegaba a ver por la oscuridad de la noche. Apagué la música que sonaba en mis auriculares y había un silencio profundo. Me rectifico, no había un silencio absoluto, o por lo menos no para mí, ya que al dejar de escuchar la música empecé a escuchar los latidos de mi corazón. Cada latido era un paso, me sentía en armonía, la brisa sobre mi cara y mi sonrisa que demostraba que la felicidad se vive en instantes, y ese momento, era uno de ellos.